Pasa que ver simplemente me da nauseas, me marea. Mis ojos se ven tan solitarios viendo la persona del espejo diciéndole que deje de mirar, que se ponga una banda para protegerlos. Pero ella no puede, ¡ya que tanto me miran como no se dan cuenta que estuve echando raíces! La tierra es de donde me alimento, pero en vez de sentirme satisfecha un hambre terrible se apodera de mi hasta tragarme, hasta olvidarme porque, porque no estoy luchando. Y cuando creo que se acabó, viene esa sed de nada que hace pozos dentro de mí de donde corren sonidos raros que me recuerda a algo familiar, ese ruido que hacemos cuando somos felices, contentos ¿qué es? Alguien que me dé el nombre de eso, siento que podré romperme estas raíces. — ¿Ojos, saben ustedes mejor? — Ahh, no, ese ruido es algo olvidado por la humanidad, ahora son solo hoyos de hipocresía en vez, pero sabes que alguien puede traerlo de vuelta. ¡Allá arriba! Creo que tus raíces están equivocadas, tienes que echar raíz en el cielo querida. —«Creo que sí, este mundo tiene el don de hacernos olvidar de donde somos, somos para echar raíz del Cielo, para tomar vida de Cristo».