Cuando tomé por primera vez la Biblia en mis manos, decidida leerla de hoja en hoja, fue como si Dios me tendía la mano, y me decía: “Vamos, ahora vas a conocerme”. Ese fue el principio de mi vida, uno nuevo, vivo, intenso. Cada hoja de este libro me marcó centímetro con centímetro el alma, el cuerpo y la mente. Lo que me indignó después de haberla leído fue que yo me hacia llamar cristiana, aunque no sabia nada de este tema. Otra cosa que me atormentó realmente es: “como la gente prefiere tener como padre un mono, que a Alguien que supera todo, afuera de nuestro alcance de entendimiento, mas allá de lo que se ve”. Continua leyendo Mucho gusto en conocerte, mi Dios!